Consejos para lidiar con los niños y niñas inquietos

En nuestro trabajo como docentes solemos encontrarnos con niños y niñas muy inquietos. A estos niños o niñas por lo general, suele costarles mantener la atención focalizada durante un tiempo prologando, ya que necesitan descargar la energía que llevan dentro.

Es normal que las niñas y los niños muestren vitalidad y energía, ese es el reflejo principal de la infancia y de todo lo que van descubriendo y explorando a lo largo de esta etapa tan fundamental en el desarrollo de la personalidad. La cuestión está en cómo ayudarles a canalizar dicha energía.

A menudo, como profes escuchamos la frase “este niño o esta niña molesta”, pero, ¿es realmente su intención molestar a los demás, o simplemente es su forma de llamar la atención de las personas de su entorno? ¿y si esas llamadas de atención son las únicas herramientas con las que cuenta el niño para expresar sus emociones? A veces, para comprender, no solo es necesario escuchar, sino también observar.

Muchas veces los adultos tendemos a “perder los nervios” ante estas situaciones, cuando lo que el niño o niña necesita es una persona que sea compresiva y le sirva como modelo para mantener la calma.

La inquietud de los niños suele ser su forma de descargar tensión o energía acumulada, la cual puede provenir del un entorno familiar ajetreado o como respuesta a los estímulos que el niño va recibiendo, y que no sabe gestionar. Lo que debemos entender es que esa energía y vitalidad puede ser muy provechosa para ellos si se les dan las pautas adecuadas para aprender a gestionarlas, ya que de lo contrario esa energía podría ser empleada en situaciones poco adecuadas para su desarrollo personal.

No basta solo que esas pautas se marquen en el entorno escolar, ya que debe ser una acción conjunta del centro y la familia.

A continuación, me gustaría añadir algunos consejos para ayudar a estos niños y niñas a encauzar su energía:
1. Buscar momentos de relajación y habituar al niño a dedicar diariamente un espacio para ello: leer un libro, juego de mesa, etc., podemos empezar por intervalos de tiempo cortitos e ir incrementándolos poco a poco.

2. Descargar energía de manera positiva: practicando algún deporte, paseando, jugando en el parque, etc. Ya que lo fácil es dejar al niño con la tablet o viendo la tele, lo cual le servirá un rato, pero no le ayudará a descargar toda esa energía.

3. Reforzar su conducta cuando esté calmado (y no cuando esté alterado), dándole mayor reconocimiento a sus momentos de calma y felicitándole.

4. Fomentar que mantenga la atención durante más tiempo con puzles, juegos de mesa, lectura de cuentos, etc.

5. Animarle cuando esté realizando una actividad para que quiera terminarla, y reforzarle de forma positiva esta conducta para que se repita.

Por último, me gustaría destacar la importancia de no etiquetar a los niños como “malos” por mostrar más energía de la que estamos acostumbrados a ver. Las personas tienden a encasillar las conductas que observan cuando a estas edades lo más importante es reforzar positivamente todo aquello que los pequeños vayan logrando, claro está, dentro de un entorno con normas y límites.

Si volviéramos a nuestra infancia, ¿nos gustaría recibir castigos o sentirnos rechazados simplemente por soltar una energía que llevamos dentro y no sabemos gestionar? ¿O nos gustaría que nos ayudaran a liberarla de una manera útil y beneficiosa? Cuando entro en el aula, pienso todos los días en tratar a mis alumnos como me gustaría que me hubieran tratado a mí, y eso para ellos no tiene precio.

Agueda Mula
Jefa de estudios de Lideria International School

 

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